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El orígen de la Quinua

Hace mucho tiempo, en los majestuosos altiplanos andinos, vivían los Aymara, un pueblo bendecido con la capacidad de hablar con las estrellas.

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En una noche estrellada, una de esas luces celestiales descendió a la Tierra, atraída por la pureza de un joven Aymara.

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El muchacho y la estrella entablaron una conversación que duró horas, compartiendo pensamientos, sueños y secretos.

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A pesar de las diferencias entre el cielo y la Tierra, encontraron en sus palabras un puente que los unió profundamente.

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La estrella, como hija del cielo, pronto sintió la llamada de su hogar en el firmamento y, con gran pesar en su corazón, supo que debía regresar.

 

El joven Aymara, entristecido, la vio alejarse en silencio, mientras una lágrima solitaria caía por su mejilla.

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Pero el amor entre el joven y la estrella era fuerte, y él no podía soportar estar separado de ella. Así que, decidido a recuperarla, ideó un plan audaz.

 

Con la ayuda de su fiel amigo, el majestuoso cóndor de los Andes, emprendió un viaje hacia los cielos, en busca de la estrella que había cautivado su corazón.

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Pero el amor entre el joven y la estrella era fuerte, y él no podía soportar estar separado de ella. Así que, decidido a recuperarla, ideó un plan audaz.

 

Con la ayuda de su fiel amigo, el majestuoso cóndor de los Andes, emprendió un viaje hacia los cielos, en busca de la estrella que había cautivado su corazón.

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Lamentablemente, el joven Aymara anhelaba su hogar en la Tierra y a sus padres, quienes añoraban su regreso. La estrella, con tristeza en los ojos, comprendió su deseo y lo despidió, con la promesa de que siempre estaría en su corazón y que a pesar de la distancia su amor permanecerá inalterable.

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Antes de partir, la estrella entregó al joven Aymara un puñado de semillas de Quinua, un regalo de valor incalculable. De esta manera, el grano dorado, lleno de sabor y nutrición, llegó a la Tierra, donde se convertiría en un pilar fundamental de la alimentación de los pueblos andinos.
 

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La quinua, con su sabor sabroso y su riqueza en nutrientes, se convirtió en un tesoro culinario, un símbolo de prosperidad y vitalidad.

 

Es un alimento que nutre a los corazones y cuerpos de las personas, especialmente a los niños, garantizando una vida saludable.

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Desde entonces, la Quinua ha sido un regalo divino para los Aymara y otros pueblos andinos. Su cultivo y consumo se han transmitido de generación en generación, honrando la conexión entre el cielo y la Tierra, y recordando el amor que trasciende todas las distancias.

 

La Quinua se erige como un emblema de resistencia y fortaleza en los Andes, una promesa de que, a pesar de los desafíos, la vida florecerá, alimentada por la generosidad de los dioses. 
 

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